Wednesday, March 21, 2007

Luis Valdez en sus propias palabras

San Juan Bautista, California, Domingo 10 de diciembre del 2006. Este día tuve la oportunidad de asistir a la presentación de la obra de teatro “La Vírgen del Tepeyac”, creación de Luis Valdéz, montada por su grupo El Teatro Campesino. Antes de asistir a la obra, Jason y yo fuímos a cenar a un restaurante muy cerca de donde se llevaría a cabo la obra. Cuál sería nuestra sorpresa que el mesero nos sentó en una mesa justo al lado precisamente de Luis Valdéz y un grupo de sus amigos, así que tuve la oportunidad de escuchar parte de su plática:


"No podemos usar la violencia para defender y reclamar nuestros derechos; la violencia nos es para nosotros".

“Los latinos y chicanos estamos cambiando la imagen del país y del estado”

“Hace 35 años, ¡ni en sueños iban a permitir que unos “indios” hacer una obra de teatro y menos en una iglesia!

“Hasta ahora, aún con toda la tecnología disponible nadie ha podido superar los avances científicos y tecnológicos de los mayas y mexicas. Por ejemplo, los actuales científicos no saben cómo se idearon y desarrollaron los sistemas de irrigación que usaban nuestros antepasados mesoamericanos”

Hace 35 años, cuando la obra “La Vírgen del Tepeyac” fue creada la audiencia de la misma esperaba escuchar opiniones y declaraciones marxistas dentro de la misma y le reclamaron a Luis la falta de dichas declaraciones, pero el les dijo que el marxismo era algo europeo y que el creía firmemente en que los mexicanos y chicanos deberían encontrar y usar su propia palabra (Yancuic tlahtolli, nueva palabra) para hablar sobre sí mismos.

El deseo de el y su grupo al crear esta obra era crear algo cultural y artístico que al mismo tiempo fuera también algo político (y qué más político que el uso por sí mismos de su Yancuic tlahtolli al hablar de su pasado y de cómo se ven a sí mismos).

Hace 40 años había tal desconocimiento, ignorancia, negación o ninguneo sobre los mexicanos o chicanos que cuando Alejandro, su amigo, llegó a vivir aquí, precisamente hace un poco más de cuatro décadas, la gente al verle su cara indígena le preguntaba si acaso el era Lakota.