
¡¡Fue todo un éxito!! ¡Se logró lo que se quería: demostrar que somos muchos, que somos fuertes y que merecemos y exigímos respeto!
Hubo marchas y manifestaciones en California, Chicago, Nueva York, Texas, Georgia, Tijuana, el DF … ¡uf! ¡Solo en la ciudad de Los Angeles más de un millón de inmigrantes salieron a protestar!
¡Tantos eventos, tanto movimiento que era difícil saber cual atender, a cual ir, que hacer! Incluso en la misma ciudad o área metropolitana hubo marchas y manifestaciones en diferentes horas y en diferentes lugares.
Aquí en el área de la bahía de San Francisco hubo muchos eventos: Oakland, San Francisco, Berkeley, Richmond, San Rafael, Santa Rosa, San José. A mi me quedan cerca Berkeley, Oakland y San Francisco, y no sabía a cual marcha asistir. ¡Fue una decisión muy difícil! Así que lo dejé al azar: salí de la casa y caminé hacia la avenida principal; lo decidiría llegando al bart (metro).
Cuando iba entrando a la estación Ashby un señor que iba caminando unos metros frente a mí le preguntó a otro que llevaba a su pequeña hija ‘usted va a la marcha de San Francisco?’, ‘si, y usted tambien?’ ‘si, para alla vamos todos’. Ambos vestían camisas blancas.
Cuando bajé a los andenes vi a una familia entera: papá, mamá, abuelita en silla de ruedas, hijos, nietos, etc., todos ellos tambien vestían con camisetas o camisas blancas. Les pregunte ‘van a ir a la marcha, a cual van?’, ‘claro que si, vamos a la de San Francisco’, ‘pero ya pasan de las once y los organizadores citaron a todos a las once, vamos a llegar tarde’, ‘no se preocupe, si llegamos a tiempo, recuerde que ¡SI SE PUEDE!’.
Bueno, creo que ya está decidido: voy a la marcha de San Francisco.
Caminando por los andenes vi más gente que iba hacia la marcha, a diferencia del 23 de abril pasado cuando encontré gente yendo hacia la marcha solo hasta que llegué al barrio de la misión. Esta vez fue diferente, pues ya habia gente en los andenes en una estación que está aún retirada de San Francisco.
Una vez que llegó el tren se pudo ver que en todos los vagones también venía gente vestida de blanco y portando pancartas. En el vagón que yo abordé venía un grupo de cuatro chicas latinas adolescentes, sonriendo y platicando, llevaban camisetas blancas con la bandera de EUA y tenían impreso en español “Estamos Unidos y Unidos nos Quedamos”. Después me di cuenta que cada niña tambien iba con su mamá, solo que las mamás iban sentadas en los asientos atrás de ellas.
En la estación West-Oakland subió un grupo de hondureños (lo supe por la bandera que llevaban) con una pancarta que decía “¿Cuantas muertes más son necesarias?” Al abordar el tren se encontraron con otro grupo de hondureños conocidos que ya estaba ahí y se saludaron efusivamente. A estas alturas el ambiente en ese vagón ya era de mucha solidaridad.
Tras de mi escuché que una mujer joven iba platicando por celular y decía que había tenido una gripa muy fuerte pero que aunque no se sentía muy bien TENIA que ir a la marcha.
Por fin llegamos a la estación Embarcadero, donde los organizadores nos citaron para iniciar la marcha. Al salir a los andenes fue una sorpresa muy agradable el descubrir que mucha gente … no, TODA la gente que bajó en esa estación iba hacia la marcha. Tomé algunas fotos de todos ellos subiendo las escaleras pues eso era ¡increíble!
Pero eso no me preparó para lo que venía al salir a la calle. Imagínense que la selección de futbol de México está jugando en el estadio Azteca, con un lleno total, y que México acaba de ganar el partido. ¿Se imaginan los gritos, la emoción y el entusiasmo de los espectadores? ¡Pues algo muy parecido fue lo que escuché yo al salir de la estación Embarcadero! ¡No podía creerlo! ¡Creo que hasta el corazón se me paró de la emoción! Yo no esperaba tanta gente, yo pensé que la marcha y protesta iban a ser como el 23 de abril pasado. Pero no, esta SI fue la grande (hay varias estimaciones sobre el numero de personas que participaron, pero algunos hablan de más de cien mil personas).
Esta vez había gente no solo en la calle, sino en ambas banquetas, ¡y todo estaba a reventar! Ahí no cabía un alfiler. TODOS iban vestidos de blanco. Niños, abuelos, papás … ¡todos! Había señoras que llevaban imágenes de la Vírgen de Guadalupe, abuelitos con sus chamarras de borrega como la que usaba mi abue Panchito, abuelitas con sus paragüas para protejerse del sol, mamás llevando a sus niños pequeños en carreolas, hombres jóvenes en grupos o con sus parejeas, chavos con paliacates cubriendose la boca al estilo zapatista (uno de estos chavos llevaba una pancarta que decía “Yo ayudo a los Indocumentados, ¡Arréstenme!”).
Lo que me llamó mucho la atención fue ver a las abuelitas y abuelitos participando en la marcha y protesta. Algunos iban en sillas de ruedas, otros con bastones, otros tenían problemas al caminar, pero todos estaban allí. Al principio pensé que esta caminata iba a ser pesada para ellos, pero despues me di cuenta que el haber arriesgado la vida al cruzar la frontera había sido un evento muchísimo mas traumático y fuerte para ellos que esta marcha en la cual podrían finalmente expresar su indignación y exigir sus derechos.
Esta vez no me quedé todo el tiempo con un solo contingente, esta vez decidí presenciar y participar en la marcha desde diferentes ángulos. A veces iba al frente con los bailarines de danza azteca –aquí era muy emocionante pues la gente apoyaba mucho a los danzantes, la gente los ha tomado como un símbolo de nuestras raíces. A veces iba mas atrás, y veía como familias enteras que estaban en las banquetas se unían a la marcha. A veces me adelantaba mucho y me tocaba ver como aún mas familias esperaban a que se acercara el primer contingente, y cuando finalmente esto sucedía se podían escuchar otra vez esos gritos de júbilo y apoyo que escuché al salir de la estación Embarcadero.
En esta marcha vi muy pocos policías, la seguridad aquí estuvo a cargo de los mismos organizadores, quienes siempre llamaban cortés pero firmemente a mantener el orden. Como parte del grupo de seguridad había a cada lado de la calle muchos voluntarios con casacas color verde chillante quienes iban formados en fila y cuidaban que no hubiera disturbios. Los organizadores también regalaban botellas con agua a quien lo necesitara y una amiga me contó que temprano por la mañana tambien estuvieron regalando pan y café.
Los “Si se puede!” eran muy fuertes y la gente iba muy contenta y con mucha energía positiva. Algo que me ha gustado mucho de estas marchas es que a pesar de lo injusto e inhumano del proyecto de ley que se intentó aprobar (la llamada ley Sensennbrener), a pesar del racismo y de tener muchas cosas en su contra, la gente no marcha con odio o rencor (algo que desafortunadamente sí he visto en otros eventos, como los relacionados con conflictos en el medio oriente), al contrario, todos van muy contentos, son muy amables unos con otros, se siente mucha energía positiva, hay muchas sonrisas y actitudes de apoyo, no hay disturbios, no hay pleitos.
Otra cosa que me gustó mucho fue ver lo contentos se mostraban todos a quienes yo comentaba el apoyo que nuestros familiares y amigos en México han demostrado hacia nosotros.
Cuando por fin llegamos a Civic Center, en donde se encuentran las oficinas del gobierno de la ciudad, lo primero que los organizadores pidieron fue un minuto de silencio en memoria de todos aquellos que han muerto al intentar cruzar la frontera.
Frente al edificio de gobierno hay una plaza que tiene zonas con pasto verde, allí iban llegando las familias a sentarse y comer, aquello parecia una excursion o dia de campo masivos. Un orador chicano fue el maestro de ceremonias y con perfecto ingles y perfecto español condujo el evento, el cual fue dedicado a Santos Reyes, un inmigrante que está en la cárcel con una condena de por vida por haber usado papeles chuecos al tramitar su licencia de manejo, y a Anthony Soltero, el adolescente que se suicidó despues que el director de su escuela lo amenazó con enviarlo a la cárcel por haber participado en las marchas del 25 de marzo pasado.
Despues de tomar varias fotos desde diferentes ángulos y de escuchar a varios oradores decidí que era tiempo de regresar a casa, ya estaba muy cansada y mis pies me dolían por tanto caminar. Entré al Bart (metro) y otra vez había mucha gente, ahora regresando a su casa, todos venían de la marcha, todos con muy buenos ánimos, y los vagones se llenaban muy rápido. Afortunadamente encontré un asiento vacío y despues de abrazar mi mochila me dormí profundamente.
Salí de la estación Ashby, la misma que abordé por la mañana, y aquí todo se veía tranquilo, aquí no había mas inmigrantes que yo. Y no se si fue mi imaginación o que yo aun estaba un poco dormida, pero noté que las pocas personas que encontraba en mi camino me saludaban muy amablemente –normalmente, como en cualquier otra ciudad, las personas casi nunca saludan.
Llegando a casa y despues de refrescarme un poco encendí la tele y el radio y en ambos se estaban transmitiendo las marchas y protestas que en esos momentos se estaban llevando a cabo en varios puntos del país.
En Los Angeles Los Tigres del Norte estaban interpretando a capella su famosa canción La Jaula de Oro, el alcalde de raíces mexicanas Antonio Villaraigosa (prácticamente el único o uno de los pocos funcionarios de gobierno que se ha atrevido a hablar durante estas marchas) tambien habia hablado en la protesta. Se transmitieron muchas imágenes de comercios cerrados por el boicot, de marchas y protestas por todo el país. En algunas marchas había mariachis y carritos vendiendo tacos de carnitas. Estas transmisiones especiales continuaron hasta las 10 u once de la noche.
Se ha dicho mucho sobre el boicot y las marchas, los que quieren desanimarnos dicen que todo esto es contraproducente, que no tenemos líderes capaces y otras cosas más, esto y más se seguirá diciendo, las redadas van a seguir y probablemente van a aumentar, la mano dura contra todos los inmigrantes va a seguir, lo que viene va a ser muy difícil pues a muchos ciudadanos de este país les han hecho creer que somos peligrosos para ellos, y por la misma complejidad y dificultad de la situación se va a requerir mas que marchas por multitudinarias que estas sean, pero la experiencia que se ha obtenido, el finalmente haber salido de las sombras, el saber que si tenemos voz, el habernos dado cuenta que nosotros si podemos exigir nuestros derechos, todo esto es invaluable y va a ayudar en las próximas etapas, en la organización efectiva y en las próximas movilizaciones. Es muy difícil acabar con quienes exigen respeto y dignidad porque saben que son merecedores de ello.